“Aquí dejo amigos, grandes recuerdos… fui feliz haciendo clases”

11 Mayo 2012

Rodeado del afecto de las personas y con la satisfacción de haber contribuido al desarrollo de nuestra Corporación —que hoy goza de prestigio nacional— cierra un ciclo de su vida el decano de la Facultad de Ciencias Forestales, Juan Franco de la Jara. El académico se acoge a jubilación después de 30 años de ejercer funciones en la UTALCA.

Llegó a esta Institución el 15 de mayo de 1982, con la misión de crear la carrera de Ingeniería Forestal. Nunca se alejó de ella, ni siquiera cuando asumió como director nacional de la CONAF. Y uno de sus privilegios es haber sido testigo y partícipe de la evolución de nuestra Casa de Estudios, de la que dice sentirse orgulloso por la posición que ésta ha alcanzado a nivel nacional e internacional.

Conversar con Juan Franco permite el acceso a hechos del recuerdo que son constitutivos de la historia de la Universidad de Talca, a la que llegó durante su corta fase de instituto profesional.

Fue contratado por el rector Manuel Toso, con la finalidad de que el Centro de Educación superior contara con Ingeniería Forestal, una de las doce las carreras exigidas para ser Universidad. “Tuve el privilegio y una amplia libertar para crear un programa sobre la base de mi experiencia de 20 años en el área forestal”, expresa.
También durante la etapa fundacional de la Universidad, recuerda que el rector de la época quiso crear Agronomía y Veterinaria. “Pero lo frenaron en Santiago, donde había una visión muy centralista, puesto que se consideraba que las grandes universidades debían estar en la capital, y para las de regiones se pensaban otros destinos, como universidades derivadas, de segundo o tercer orden”, recuerda. Y alude a los mandatos posteriores de los rectores Oscar Garrido y Guillermo Monsalve, todavía en un tiempo de fuerte centralismo en las decisiones.

Universidad prestigiosa

Explica, asimismo, que 1990 marca una nueva era, cuando en un ambiente democrático asume la rectoría el profesor Álvaro Rojas. “Quien empezó a construir la Universidad que hoy es motivo de orgullo, no sólo para quienes trabajamos en ella, sino para la gente de Talca y la Región del Maule. Antes era criticado hasta el nombre, porque se decía que no representaba a Curicó ni a las demás provincias, pero eso se superó y hoy tiene un prestigio y una presencia nacional”.

En el mismo sentido, sostiene pese a la limitación de recursos, la Corporación comenzó a mejorar su patrimonio académico e hizo un gran esfuerzo por facilitar la realización de estudios de doctorado a muchos de sus académicos, a la vez que se buscó profesionalizar las funciones administrativas.

“Apareció el concepto de excelencia, para algunos algo lejano porque pensaban que era una pretensión que no pasaba de ser una palabra bonita, pero la experiencia demostró que no sólo era posible, sino que, junto con otros valores, pasó a constituir una subcultura en la Universidad, y fue un criterio muy determinante en su desarrollo . Hoy todos nos sentimos orgullosos de sus logros en términos de calidad de la investigación, publicaciones, proyectos”.

Agrega que así como la Institución ha crecido en el aspecto geográfico, en el tamaño físico, en calidad de su trabajo y en un capital humano de alta calificación, para él tiene especial valor el compromiso que se aprecia en los miembros de la comunidad universitaria.

“No obstante las diferencias legítimas, la gente es muy comprometida, solidaria y sin conflictos internos. Se compromete en un proyecto común que es ser la mejor Universidad de regiones”.

Respecto a la carrera de Ingeniería Forestal, está convencido que se superará la crisis que sufrió esta alternativa profesional, producto de la explosión de carreras, tras el boom de las plantaciones forestales. “Muchas de esas carreras ya están cerradas. Quedan unas cuatro: en Valdivia, Concepción, Talca y Santiago, que es lo que debería haber”, afirma.

Un “paso grande”

Al llegar el momento del adiós, el decano de Ciencias Forestales reconoce que se trata de un “paso grande”, que está dando “absolutamente tranquilo, en paz con todo y con todos”. Sobre todo se va contento de haber generado mucho afecto en la Universidad, donde especialmente estos últimos días ha recibido muchas muestras de cariño y no sólo en su calidad de “regalón de las secretarias”, como se declara. Y aprovecha de relatar que tiene palabras de gratitud y afecto hacia su secretaria durante casi 16 años, María Antonieta Valladares. También para el auxiliar Alfonso Oliva, “quien se integró a la Universidad el mismo día que yo llegué”.

Igualmente en forma especial menciona sus agradecimientos al rector Álvaro Rojas, con quien dice tener una “gran deuda por la confianza otorgada, por su apoyo y afecto entregado en forma permanente”.

“Aquí dejo amigos, grandes recuerdos… fui feliz haciendo clases, y siempre estuve consciente de que contribuía a la formación de personas. Siento a los profesionales egresados de aquí como si fueran hijos míos. Me produce una alegría inmensa cuando los veo exitosos, trabajando felices, cuando vienen a verme contentos. Sufro cuando están sin trabajo, cuando no han sido tan felices”, confiesa.

Tanto ha disfrutado con la docencia, que cuando fue director nacional de CONAF, durante tres años, en el gobierno del presidente Patricio Aylwin, volvía todos los lunes a la Universidad a hacer clases. “Ser profesor es lo más lindo. Para mí es más importante que un cargo de relevancia, más atractivo”, dice.

Reflexiona que dejar estas funciones, sin embargo, le dará tiempo para otras cosas, como disfrutar más con la familia, que conforman su señora Patricia, y sus hijos Carolina, Juan Cristóbal, y Ximena, quien reside en Buenos Aires. “Y tendré tiempo para ver a la doctora Polo”, añade con humor.

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