Cuando la ‘mala educación’ es algo que ¡no es racional!

21 Abril 2011

“Lo importante son los alumnos y el profesor, no los libros. La educación la hacen las personas. ¡Las personas son intransables! Como solución, pon los mejores libros del mundo, los sistemas más exitosos, los computadores, pero sin el capital humano primero, es vestir a la mona de seda. Va a fracasar igual”, reflexiona Ricardo Baeza, ante los magros resultados que sistemáticamente han arrojado estudios sobre la calidad de la educación y, muy especialmente, la formación de los profesores en Matemática.

“La tecnología y otras cosas pueden mejorar el proceso, agilizarlo, pero no sostenerlo”, agrega, instalado en su oficina, en el tercer piso del edificio del Instituto de Matemática y Física de la Universidad de Talca. Allí, el Premio Nacional de Ciencias Exactas 2009, imparte cátedra a estudiantes de magíster y doctorado, además de guiar la ejecución de proyectos de investigación en el ámbito de las matemáticas.

Frente a él, una pizarra con borrador y tiza, garabateada con varios ejercicios. Uno de ellos, con la afirmación “No es racional”, ilustra un error que cometen algunos profesores, al indicar que todos los números entre cero y uno son racionales.

“¡No es cierto!” replica, y completa presto el ejemplo. “La raíz cuadrada de dos, partida por dos, (√2/2) no es un número racional, y está entre cero y uno”, sentencia. “Éste y otros errores, son comunes en los profesores de Matemática, y los enseñan mal durante toda su carrera”, agrega.

CÍRCULO VICIOSO

Rodeado de libros, en los estantes y su escritorio, el académico finiquita apuntes y se ubica de espaldas a una fotografía de Albert Einstein, que parece observar atento desde la pared.

Sin pausas y directo, Baeza sostiene que es posible romper el círculo vicioso si se atiende primero la situación precaria de la profesión docente.

Esto sobre la base de un sistema de acreditación y control estricto de las carreras de pedagogía, junto con la garantía de ingresos económicos de alto estándar.

Sin embargo, advierte que estas condiciones favorables deben ser aplicadas a docentes de excelencia que, en su opinión, deben estar dentro del grupo de profesionales más destacados de la sociedad.

“Las personas que ingresan a estudiar pedagogía, en general, son estudiantes que tienen bajo rendimiento en la PSU y en la enseñanza media. Y durante su paso por la universidad no logran siquiera superar sus deficiencias escolares”, se explaya.

“Es un círculo tremendamente vicioso, pero en algún momento hay que romperlo. Primero, hay que captar alumnos de buen nivel que quieran estudiar pedagogía, pero eso no se va a conseguir con los ingresos que recibe un profesor al egresar. La expectativa es que su primer sueldo será de unos 300 mil pesos. Y el tope, lo máximo de su carrera, con suerte un millón. ¿Qué proyección puede tener con esos ingresos? Un alumno bueno va a elegir otra carrera, que le ofrezca una mejor situación económica, a no ser que se sienta una especie de monje, que crea que la pedagogía es lo máximo, sin importar los ingresos. Personas como ellos existen, pero no nos podemos apoyar en eso, porque no es la regla general”, puntualiza.

CERTIFICAR LA CALIDAD

A la carencia de incentivo económico para estudiar pedagogía, según Baeza se suma el deficiente desempeño de las universidades, que a pesar de darle especial relevancia a la didáctica, en desmedro de los contenidos, no logran formar profesores que destaquen en este aspecto.

“Creo que hay una cosa básica: los contenidos tienen que ser prioridad, y deben enseñarse tan bien, que cuando les corresponda estar con sus alumnos, el profesor los entregue bien, sin errores, y de forma motivante. Pero estamos viendo casos catastróficos. Hay escuelas (de pedagogía) que son una porquería”, reflexiona.
Asegurar una formación docente de excelencia significa tener en cuenta la necesidad de regular el sistema universitario.

“Del incentivo a los buenos estudiantes hay que saltar a asegurar que los programas de las escuelas sean estrictos, que la acreditación sea revisada por un comité que asegure reglas y contenidos mínimos. A eso se sumará que, cuando tengas buenos alumnos, estos le van a exigir a la universidad. No podrán tener malos profesores para estudiantes buenos. Estarán obligadas, sin remedio, a ser de buena calidad, exigentes”, asegura el académico.

UNA ESTRATEGIA DE FUTURO

La prioridad es definitiva: los profesores deben estar en el foco, en una situación de privilegio.

“En países civilizados, de la pedagogía depende el desarrollo de todo el país. Ésta es más importante que todas las demás profesiones, porque uno les confía sus hijos por 12 años. Y en Chile, a ese profesional le estamos pagando mal. ¡Eso no puede ser! Aunque sepa la materia, no la va a transmitir, porque está preocupado de sus propios problemas. Un mal profesor no transmite nada”, indica.

Aunque recalca que no existen fórmulas perfectas, proyecta el impacto que tiene una educación de calidad como la única base real de desarrollo. Así, el círculo pasa a ser virtuoso.

“Con esos aspectos resueltos, si logras tener profesores motivados, con una buena formación, esa persona automáticamente va a transmitir un cambio positivo, va a permitir que los alumnos se entusiasmen». sostiene.

No existe una fórmula que diga que será todo perfecto de ahí en adelante. Pero rompiendo ese círculo vicioso lograremos un gran salto hacia delante. Un país bien formado, bien educado. Los estudiantes llegarán a las universidades, despiertos, curiosos y, automáticamente, mejorarán otros indicadores, como las artes, las ciencias, la convivencia, la salud, la economía. Y, al fin, podremos hablar de desarrollo”, sentencia.

Compartir
keyboard_arrow_up