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¿De dónde viene y hacia dónde va la PSU?

Desde que se rindió por primera vez, en diciembre de 2003, nueve generaciones de jóvenes chilenos han determinado su ingreso a la educación superior por medio de la Prueba de Selección Universitaria (PSU).

La Prueba fue concebida como un sistema destinado a medir la capacidad de razonamiento de los egresados de enseñanza media en cuatro ámbitos; Lenguaje/Comunicación, Matemática, Historia/Ciencias Sociales y Ciencias, donde se incluye Biología, Física y Química.

La irrupción de este nuevo test hizo pasar al olvido a la entonces temida Prueba de Aptitud Académica (PAA), que, desde 1967, había sido el mecanismo utilizado para determinar el ingreso a la universidad.

Uno de los autores intelectuales de la PSU fue el director del Centro de Medición MideUC y doctor en Psicología, Jorge Manzi, recordó cómo se fue gestando el nuevo instrumento.

“La PAA no tenía una definición precisa de su alineamiento con las materias, lo que decía era que se usaban contenidos que llegaban hasta un nivel relativamente inicial, por ejemplo, en matemáticas las preguntas podían incluir hasta lo que se enseñaba en primero medio”, explicó a Ciudad.

LA REESTRUCTURACIÓN

Recordó que el año 2000 el Ministerio de Educación, con el acuerdo del Consejo de Rectores, convocó una comisión con el propósito de analizar el test de admisión y su relación con la enseñanza media. Dicha instancia además tendría la misión de proponer ajustes y cambios que favoreciesen la articulación de ambos niveles.

A partir de ese trabajo comenzaron a estructurarse los nuevos test, los cuales debían estar focalizados a los contenidos mínimos obligatorios alineados al nuevo marco curricular de la enseñanza media.

“Todas las pruebas fueron creadas en forma paralela y simultánea. Durante un período de tres años se habló de una transición en la cual su alineamiento se fue dando en forma gradual”, relató.

Manzi subrayó que al estar basada en estos contenidos, la PSU tiene “una mayor relación con la experiencia formativa de los jóvenes, por tanto, desde el punto de vista de la lógica de construcción educacional tiene mayor validez”.

Frente a las críticas que acusan a la nueva medición de perpetuar la inequidad, Manzi respondió que no es el test en si mismo lo que falla, sino que existen problemas estructurales que quedan en evidencia a través de el. “No se puede atribuir lo que no nos gusta ver a problemas o defectos de la prueba”, acotó.

LAS DIFERENCIAS

“No hay evidencia que sostenga que los problemas de diferencia de resultados sean atribuibles a la Prueba, lo que sucede en Chile es que tenemos grandes diferencias de logros entre jóvenes, por ejemplo, entre establecimientos municipales y particulares pagados, pero eso tiene un origen socioeconómico”, expuso.

Sobre esa base abundó. “A la PSU no se le puede pedir que garantice que todos los grupos van a obtener el mismo resultado, eso depende de que haya justicia en las oportunidades de aprendizaje del sistema escolar pero eso es un tema distinto”, subrayó.

Añadió que en los estudios que se han realizado en torno a la PSU, “han demostrado que tiene una razonable validez predictiva respecto del rendimiento que van a tener los estudiantes en la universidad”.

Entre las propuestas que han surgido para “adaptar” el sistema de selección universitaria a los nuevos tiempos, una de las que suena como más factible es la posibilidad de que la prueba se rinda más de una vez al año.

A juicio del investigador del equipo de Políticas Educativas de Educación 2020, Manuel Sepúlveda, sería un cambio positivo.

“Permitiría liberar a los estudiantes de la presión de una sola prueba en la que prácticamente se están jugando la vida. Además serviría para que aprendan que hay nuevas oportunidades”, manifestó.

Jorge Manzi coincidió con ese diagnóstico, aunque precisó que ello implicaría aumentar de manera “bastante significativa” la producción de preguntas. “Lo que hay ahora es compatible sólo con una rendición anual, entonces si se hace y aumenta el stock no debería haber problemas para hacerlo”.