El ocaso de las primeras centrales que iluminaron Talca

26 Agosto 2011

Una irremediable demolición determinó el fin de una iniciativa que buscaba agregarle valor a la ciudad, a través de la preservación de su patrimonio arquitectónico, de su historia. El proyecto para la recuperación de un extinto sector industrial en Talca, en el barrio Seminario, implicaba la reconexión de diversos hitos, tales como molinos, fábricas, una central termoeléctrica y otra hidroeléctrica. Un itinerario de recuperación del patrimonio de un barrio, desarrollado por el arquitecto Víctor Letelier, profesor instructor de nuestra Universidad.

Por décadas estuvieron olvidadas, escondidas entre patios y frondosos sauces del apacible barrio Seminario. Se trata de las centrales eléctricas Piduco y Lircay, que por más de cuarenta años abandonadas, volvieron a ser visibles tras la construcción de la Avenida Circunvalación Poniente. Una parte de la central Lircay fue expropiada y demolida para dar paso a la arteria perimetral.

Eso fue lo que inquietó a Letelier, quien en 2008, cuando terminaba su carrera de Arquitectura en nuestra Casa de Estudios, propuso realizar un estudio de la obra como proyecto de tesis. “La necesidad de rescatar el edificio surgió al observar la nueva configuración de la ciudad. Por ahí pasa la circunvalación, muy cerca. Entonces vi que al estar muy expuesta, terminarían por botarlo”, explica Letelier, hoy docente de la UTALCA.

Recuerdos de infancia

Cabizbajo, recorre los escombros, prueba de una predicción acertada. Hace poco más de una semana que las retroexcavadoras acabaron con muros, techos y concreto. El docente pasó su infancia en el barrio Seminario, en casa de sus abuelos. Estudió en el Colegio Integrado San Pío X. Años después, gracias a su formación como arquitecto, impulsó el proyecto, en parte, motivado por el recuerdo de juegos entre misteriosas estructuras y añejos muros, a la sombra de aromos y en la apacible tranquilidad de un barrio centenario.

La propuesta fue presentada en abril de 2008 al Consejo de Monumentos Nacionales, repartición que respaldó la creación de un expediente técnico de las construcciones, con el financiamiento para la creación de productos gráficos.

Letelier realizó levantamientos planimétricos, modeló las estructuras en 3D y generó imágenes digitales del conjunto. “Eso es lo que exige el Consejo. Pero cuando entendí el valor histórico que tenía, generé la propuesta de recuperación, a pesar de que no es obligatorio adjuntarla al informe”, dice.

Durante su investigación aparecieron otros elementos del barrio: edificios industriales, la central hidroeléctrica Piduco, que es más antigua que la Lircay. A ese foco se integraban los molinos Williams y Victoria, construcciones ubicadas en lugares estratégicos, junto a los cauces de la época. Un todo que hizo particular al barrio Seminario.

“Pude entender y descubrir su contexto, el circuito hídrico que alimentaba este barrio industrial. Entonces, la propuesta se ampliaba a todo el sector, un parque urbano, que incluía el estero Piduco, el río Claro, la Alameda”. El proyecto consideró cada edificio dentro de un mismo programa, con soportes culturales, recreativos. De esta manera, se recuperaban las calles del barrio y los visitantes podrían conocer su pasado industrial.

“Existen colegios y universidades cerca, que podrían servirse de esta reconfiguración. De un proyecto para rescatar un edificio, se expandió a una escala de barrio y al final ya era uno que involucraba a toda la ciudad”, comenta el docente.

Aunque el expediente fue entregado al Consejo de Monumentos Nacionales, poco se avanzó en la materialización del proyecto. Las conversaciones con el dueño del terreno, la Compañía General de Electricidad (CGE), se vieron progresivamente estancadas, y el patrocinio del Gobierno Regional no se formalizó. “Dejé de insistir, por recomendación de personas que tienen experiencia al respecto. Me dijeron que volviera a intentarlo en una nueva etapa”, confidencia.

Pero vino la destrucción. El terreno fue vendido a otro particular. La comunicación se perdió y, ante la posibilidad de ser declarado Monumento Nacional, el nuevo propietario optó por la demolición. “Se hizo sin el permiso municipal. Por esa vía traté de impedir que continuaran, pero no fue posible. Es la misma historia de otros edificios patrimoniales, como la casa de la familia Cuadrado, o la Casa Colorada, que terminaron en escombros”, lamenta Letelier.

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