El reto de otorgar más eficiencia energética a las viviendas sociales

27 Junio 2011

Cuando las personas hablan de eficiencia energética en un hogar, normalmente se piensa en invertir mucho dinero en mejorar ventanas, techos, puertas y un sin fin de detalles, que hacen que un hogar pierda energía, en especial, durante el invierno.

Para desmitificar este supuesto, la ex alumna de la carrera de Ingeniería en Construcción de la Universidad de Talca, Elizabeth Acevedo, trabajó en la tesis denominada “Evaluación energética mediante el software Echoes, para la reducción del consumo térmico en viviendas sociales”.

Su idea fue tomar una vivienda tipo y mejorar su diseño, con el propósito de evitar la pérdida de energía en invierno y obtener una buena refrigeración durante el verano.

Elizabeth, quien además es la primera mujer que egresa de la carrera de Ingeniería en Construcción de la UTALCA, trabajó junto a la profesora María Luisa del Campo, quien sostiene que un proyecto de esta envergadura constituye un aporte significativo a la construcción de viviendas sociales.

“Es un aporte social a las viviendas económicas que se acogen a un subsidio del Estado y, por otra parte, permite desmitificar que para generar una eficiencia energética en las viviendas hay que invertir mucho dinero”, señala.

Rediseñar una vivienda

Para implementar su objetivo, Elizabeth contó con el apoyo de la Fundación CRATE, una entidad de gestión inmobiliaria social, perteneciente a la Iglesia Católica de la Región del Maule, que apoya a las familias durante todo el proceso de postulación a subsidios y las distintas modalidades del Fondo Solidario.

CRATE le facilitó la información de una de sus viviendas construidas para familias de escasos recursos, denominada Tulipán. Se trata de una construcción de 45 metros cuadrados a la que se puede acceder vía subsidio del SERVIU.

Observando los planos y trabajando con el software Echoes, que mide eficiencia energética de edificaciones, Elizabeth definió los porcentajes de energía de la vivienda y comenzó el rediseño para mejorar dichos porcentajes.

El desafío que se propuso fue que las mejoras realizadas ahorrarán energía, sin necesidad de invertir más dinero, mediante una orientación espacial de la vivienda y sus ventanas, que permitiera mayor ganancia de sol durante el día.
Otro aspecto fue el cambio de los materiales utilizados hasta ese momento al interior de la vivienda, especialmente, tabiquería y materiales de la aislación térmica.

Los cambios incorporados permitieron obtener un mejoramiento de la eficiencia energética del orden del 36 por ciento. Eso, en términos prácticos, permite a una familia ahorrar alrededor de 2 UF al año en consumo en electricidad, calefacción y refrigeración durante el verano.

Viabilidad del estudio

Elizabeth comenta que la relevancia de su estudio se relaciona también con el hecho de que la vida útil de las viviendas sociales bordea los 50 años, por lo que era importante garantizar la mantención y durabilidad de los materiales.

“Al tener menos humedad interior, permite mayor durabilidad de los materiales y con ello se evitan problemas de hongos y deterioro de la madera que, al final, producen enfermedades respiratorias, por ejemplo”, señala Acevedo.

La información obtenida durante el desarrollo de su proyecto quedó a disposición de la fundación CRATE, que a su vez transfirió el estudio al SERVIU, donde será analizado. “Estoy muy contenta, porque vi que se están haciendo gestiones para implementar mi estudio”, sostiene.

“Se le entregó todo el material a la Fundación CRATE. Ahora depende de ellos que esto se pueda poner en práctica. Como institución, generamos un aporte directo de transferencia tecnológica a estas organizaciones que sí pueden generar un impacto directo en la calidad de vida de los más necesitados”, corrobora María Luisa del Campo.

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