Especialistas destacan virtudes respecto a vacunas

14 Mayo 2013

Tras observar que las mujeres que tenían la misión de ordeñar el ganado se contagiaban de la denominada “viruela de las vacas” pero luego eran inmunes a la variante humana de la enfermedad, en 1796 el médico y biólogo británico Edward Jenner desarrolló la primera vacuna del mundo.

Pese a la resistencia que encontró en algunos sectores de la sociedad -que incluso consideraban este descubrimiento como “anticristiano”-, su impacto fue tal que poco después comenzaron a organizarse las primeras campañas para inmunizar a la población. Nuestro país no quedó exento de este proceso. Fue el 5 de octubre de 1805 cuando, frente a la catedral de Santiago, se aplicó por primera vez.

Desde entonces, el impacto que este avance ha tenido sobre la salud humana es innegable, al punto que el denominado “padre” de la vacunación moderna, Stanley Plotkin, afirmó que “a excepción del agua limpia, ningún otro factor, ni siquiera los antibióticos, ha ejercido un efecto tan importante en la reducción de la mortalidad”.

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) las vacunas evitan más de 2,5 millones de muertes de niños al año.

“El impacto de los programas de vacunación en todo el mundo, al menos desarrollado y en desarrollo, ha sido espectacular. Ha permitido eliminar enfermedades infecciosas y otras mantenerlas controladas”, afirmó el Director de Investigación de la Universidad de Talca, Iván Palomo.

Pero qué las hace tan poderosas. “La vacunas son antígenos introducidos en el organismo que estimulan al sistema inmune a generar defensas, especialmente anticuerpos, contra ciertos microorganismos que causan enfermedades infecciosas”, reveló el académico.

Palomo precisó que existen varios tipos. “Naturales –con microorganismos atenuados no infectantes e inactivados- y obtenidos por otras tecnologías, entre ellas, antígenos purificados, recombinantes y ADN”, indicó.

COSTO-BENEFICIO

Según la tercera edición de “Vacunas inmunización: situación mundial” realizado por la OMS, más de 100 millones de niños son inmunizados cada año antes de cumplir el primer año de vida. Por otra parte, unos 24 millones de niños menores de un año, casi el 20% de los que nacen anualmente, quedan sin vacunar.

En dicho informe el ente multinacional estimó además que “si se adoptaran de forma generalizada todas las vacunas de que se dispone actualmente contra las enfermedades de la infancia y si los programas de inmunización pudieran incrementar la cobertura hasta un promedio mundial del 90%, de aquí a 2015 se evitarían otros dos millones de muertes al año entre menores de cinco años”.

Precisamente la cobertura es un tema fundamental, según explicó el subsecretario de Salud Pública, Jorge Díaz. “Un aspecto clave para el éxito de los programas de vacunación es lograr una cobertura adecuada, de modo de lograr una protección eficaz a nivel individual y colectivo”, planteó.

No obstante, la autoridad reconoció que “si bien las vacunas del Programa Nacional son obligatorias y gratuitas, es difícil cautelar que esto se cumpla”.

En cuanto a las razones que llevan a algunas personas a marginarse de este proceso, Díaz sostuvo que son variadas.

“Un alto nivel de vacunación en la comunidad puede significar que la posibilidad de contraer una infección es despreciable. Por lo tanto, desde el punto de vista de un individuo, la estrategia ideal, egoísta, es que todo el resto de las personas se proteja directamente mediante la vacunación, permitiéndole beneficiarse de la protección indirecta que esto proporciona”, comentó.

Agregó que el incentivo para un individuo también es pobre cuando la vacunación es percibida como un riesgo similar o mayor que la infección. “Esto explica la caída en las coberturas de las vacunas contra el sarampión y la tos convulsiva en varios países con baja incidencia de estas enfermedades, especialmente después de que algunos medios de comunicación asustan a la población sobre las vacunas”, indicaron.

Díaz sostuvo que cuando la gente decide vacunarse o vacunar o no a sus hijos en ocasiones toman esa decisión basados en suposiciones imperfectas y desestimando los riesgos que puede implicar hacia el futuro.

“A veces la infección más tarde en la vida causa una enfermedad más peligrosa. Un problema particularmente complejo ocurre con la rubéola, que tiene sus consecuencias más graves en el primer trimestre del embarazo. Niños con síndrome de rubéola congénita frecuentemente tienen retraso del desarrollo psicomotor incluyendo autismo”, alertó.

Añadió que para hacer frente a todos estos temores la información es clave. Sin embargo, advirtió que eso no implica aceptar como ciertos antecedentes obtenidos a través de fuentes informales.

“Es fundamental que los profesionales de la salud fomenten la vacunación y puedan explicar a las familias sobre sus beneficios, tanto a nivel individual como poblacional. También deben conocer los efectos adversos que pueden estar asociados a su uso y contribuir a educar a la población sobre los riesgos reales y desmitificar los efectos perjudiciales de las vacunas, tanto a corto como a largo plazo y que no tienen una base científica real”, subrayó el subsecretario.

EL TEMIDO MERCURIO

Uno de los cuestionamientos más severos en torno a esta herramienta está radicado en los niveles de mercurio que algunas de ellas contendrían. Tal ha sido la influencia de este argumento que incluso en nuestro país algunas familias llegaron hasta la justicia para evitar que sus hijos fueran sometidos a este procedimiento.

“Hasta el año pasado hubo mucha propaganda de los grupos no-vacuna que fueron tan conocidos a nivel internacional porque había un estudio alemán que decía que el autismo y algún compromiso neuropsiquiátrico estaría siendo relacionado con el uso del mercurio, timerosal, de las vacunas. Pero se han hecho estudios posteriores en EEUU que no han visto una correlación entre ambos”, planteó la Directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Talca, Adriana Vásquez.

No obstante, la especialista dijo que ante la inquietud que generó esta versión en Chile se optó por eliminar las vacunas que contenían el cuestionado elemento. “De todas las vacunas consideradas en el Plan Nacional de Inmunización sólo hay una en la que está quedando y tiene trazas muy bajas, el resto no tienen mercurio”, acotó.

Sobre esa base, la académica señaló que si aún así existen personas dispuestas a resistirse a la vacunación, “deben estar dispuestas a asumir todos los riesgos y consecuencias que ello implica”.

“Los padres deciden si hacerlo o no, pero ellos también tienen que asumir la responsabilidad en caso de que los niños se enferman”, sentenció.

EFICACIA

Respecto de los cuestionamientos en torno a su eficacia, Vásquez dijo que entre el 85% y el 99% de la población tiene una respuesta positiva a las vacunas. “Hay un pequeño porcentaje que se escapa y que no genera inmunidad, pero es mínimo”, comentó.

Puntualizó que caso aparte es el de aquellas personas que después de someterse a este procedimiento afirman que “se enferman aún más”.

“Lo que ocurre es que las vacunas llevan el germen, virus o bacteria que provoca la enfermedad, pero está atenuado porque la idea es generar inmunidad, es decir, que la persona cree anticuerpos. En el fondo ‘hace’ la enfermedad pero de forma más pequeña. Los que están inmuno deprimidos pueden hacer una reacción más exacerbada, por eso es que hay personas que se resfrían o tienen un cuadro más agudo de lo que normalmente sería la respuesta normal”, aseveró la Directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Talca.

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