La política pública ha sido mezquina con la agricultura familiar campesina

5 Noviembre 2014

“No hay convicción política respecto de la importancia de la agricultura familiar campesina, lo puedo decir con conocimiento de causa”. Este fue parte del diagnóstico que expresó el rector de la Universidad de Talca, Álvaro Rojas, en el marco de su participación de la conferencia internacional “Políticas públicas y agricultura en América Latina y Caribe (ALC): situación actual y retos para el mediano y largo plazo”, realizada en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Rojas, a quien le correspondió actuar como moderador en el bloque “La agricultura familiar en retrospectiva y retos en ALC: visiones desde la academia”, lamentó la falta de una política de Estado que permita desarrollar un sector que produce el 70% de lácteos, papas, frijoles y trigo que se consumen en el país.

“Faltan elementos crediticios, tecnológicos, empresariales. La política pública ha sido mezquina con ese sector tan relevante y significativo en la producción de alimentos de consumo interno. Ha sido esquiva porque más que una política pública se han desarrollado programas específicos -desarrollo de proveedores o encadenamientos productivos, por ejemplo-, pero que solo trabajan con una minoría”, explicó.

En ese sentido, recordó que si bien cuando ejerció como ministro de Agricultura se desarrollaron una serie de iniciativas dirigidas a apoyar a este sector, fueron las primeras en ser sacrificadas ante los vaivenes de la economía.

“Saneamos el endeudamiento de la agricultura familiar campesina, pero fueron medidas paliativas que no apuntaban a su desarrollo significativo. Después, con el primer ajuste económico, con la primera crisis, son instrumentos que dejan de ser utilizados y se abandonan, porque hoy el fuerte de la política sectorial está dado por la política macroeconómica”, planteó.

IMPACTO AL BOLSILLO

Rojas, reparó en que ante la falta de oportunidades muchas personas que desarrollan este oficio, lo abandonan en busca de mejores perspectivas.

“Muchos agricultores o sus familias al no ver oportunidades reales migran a otros sectores, por ejemplo, a la minería, que es la que más absorbe este capital humano. Una vez que migran no vuelven y tenemos una agricultura que no tiene la fuerza para hacer la transformación que le permitiría cambiar la estructura de producción, mejorar sus ingresos y sumarse a lo que ha sido el desafío de estas últimas décadas que es hacer de Chile un gran productor de alimentos o una potencia agroalimentaria”, detalló.

Agregó que las consecuencias de este fenómeno se están haciendo notar en el ámbito socio-económico, con secuelas que son percibidas por toda la población.

“De forma progresiva la gente percibe hoy en su bolsillo el alza del precio de los alimentos, que está dado por cada vez hay una menor oferta, que hoy está fundamentalmente en cadenas de supermercados que buscan proveedores de otra envergadura”, indicó.

“Vamos a llegar a ser una economía como la de muchos países modernos, donde el abastecimiento está dado por espacios agrícolas donde no importa si hay o no agricultores, lo que hay es producción. Entonces debemos discutir si queremos un sistema con agricultores donde se garanticen ciertas condiciones de bienestar o una agricultura que produzca alimentos básicamente mecanizados, que son más bien commoditis y no hay intervención humana. Lo triste de eso es que no solo desaparece el elemento humano, sino también todo lo que los hombres de la tierra tienen: tradiciones, costumbres, creencias, fiestas, religiosidad y, sobretodo, identidad”, subrayó.

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