Maqui: el camino de una planta silvestre a un cultivo agrícola

Hace 13 años, el Centro de Plantas Nativas de Chile de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca inició las investigaciones sobre este fruto, considerado sagrado para la cultura mapuche. Gracias a ello, se han logrado seleccionar tres variedades con características especiales que permiten su cultivo.

14 Agosto 2020

Es una planta sagrada para el pueblo mapuche, es propia del sur de nuestro país y de territorios cercanos a Argentina y aunque ha sido usada en diversos productos que van desde cápsulas concentradas hasta bebidas y cervezas; el maqui sigue siendo un cultivo silvestre.

Hermine Vogel, decana de la Facultad de Ciencias Agrarias y académica titular del Centro de Plantas Nativas de Chile (CENATIV) de la misma institución, ha estudiado este arbusto desde 2007 con el objetivo de domesticar la planta y lograr producciones de calidad. Una meta importante para la industria si se tiene en cuenta que a este fruto se le han otorgado propiedades medicinales no solo por el pueblo originario sino por estudios científicos que aún son incipientes.

En el ciclo de webinars sobre puesta en valor de plantas y frutos nativos en la industria alimentaria, organizado por la Vicerrectoría de Investigación y Transferencia Tecnológica, la académica hizo un repaso por todos los estudios y proyectos que ha realizado junto a su equipo y que involucran al maqui, una planta que ya despertaba interés en el siglo XVII y XVIII.

Debido a la diversa generación de productos basados en el maqui, es común hoy ver árboles cortados pese a que tenían una buena producción. Por ello, la domesticación se hace relevante. “Para un proceso industrial se necesita una materia prima que tiene que tener una calidad estándar conocida. También se requiere cantidad, no solamente por dos o cinco años, sino a largo plazo, es decir, una producción sustentable”, explicó Vogel.

“En cuanto a la calidad, estamos hablando de los principios activos, sobre todo si se trata de una planta medicinal o con efectos antioxidates. Además, es necesario que la materia prima sea más o menos homogénea, no como actualmente en la reproducción silvestre que es la mezcla de la cosecha de muchos árboles”, añadió.

En las investigaciones que la académica Hermine Vogel ha realizado, se han seguido las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de World Wide Fund for Nature (WWF) para la adaptación de una especie silvestre a condiciones de cultivo.

“Primero hay que recoger el material de propagación del material genético más apropiado y mejorar genéticamente la población; luego encontrar la mejor forma de propagación, las condiciones óptimas de suelo, clima, sombra, régimen de riego; encontrar medios para proteger las plantas contra plagas y enfermedades; hallar los medios para eliminar las malas hierbas y elegir la época de recolección apropiada y también examinar las posibilidades de mecanización y, finalmente, elegir el mejor sistema de almacenar la cosecha”, manifestó.

Respecto del primer punto, a través de los estudios del CENATIV, se han realizado pruebas screening a 10 poblaciones silvestres con más de 50 maquis, ubicadas entre las regiones de O´Higgins y Los Lagos. “Nos sorprendió que, dentro de toda la variabilidad, solo el cinco por ciento se debe a la procedencia y el 95 por ciento de la variabilidad se encuentra dentro de cada población”, indicó Vogel.

En 2007, junto a la Fundación Chile iniciaron el muestreo de frutos de 30 individuos en cada una de las poblaciones seleccionadas, a los cuales les cuantificaron los polifenoles y las antocianinas. Los primeros, en palabras simples, son sustancias químicas naturales que han demostrado tener una actividad antioxidante y los segundos corresponden a un grupo de pigmentos presentes en algunas células vegetales.

Vogel explicó que “nos quedamos con los diez mejores de cada macal, es decir, de cada población silvestre, y los propagamos por estacas. En ese estado, quedaron 68 plantas que, de ese momento en adelante, pasaron a ser clones porque son genéticamente iguales”.

Dos años después, realizaron el primer ensayo clonal para luego, en 2012, iniciar un proyecto financiado a través del Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef) que fue clave para la selección de los clones.

“Establecimos 45 clones en distintos ambientes para saber su rendimiento, calidad y distribución de las bayas con la ayuda y la participación de empresas privadas como AgroQueñi, Agrícola Ana María, Surfrut, Hortifrut, Domingo Echegaray y Fundación Chile”.

Fue así como lograron identificar tres variedades, las cuales nombraron como Luna Nueva, Morena y Perla Negra. “La primera es una planta muy productiva, de mucho fruto y muy temprano, a partir del segundo o tercer año, lo que la hace muy precoz y, por tanto, puede helarse fácilmente la producción. Es por ello que en el sur no la recomendamos para nada, solo en la zona central o en zonas donde no haya heladas”, comentó.

Vogel añadió que Morena presenta mucho fruto y muchas hojas y “tiene la ventaja de que se adapta bien a varios ambientes. Y Perla Negra es una planta fantástica, pero solamente en el sur, pues en la zona centro no funciona por su requerimiento de agua y aunque tenga riego, sufre mucho con el calor”.

La investigadora advirtió que “no es conveniente establecer cultivos de sólo tres variedades y se necesitan de muchas más” para tener una variabilidad genética amplia que se pueda adaptar a condiciones ambientales cambiantes, por lo cual es importante continuar con el desarrollo de plantas aptas para el cultivo.

RENDIMIENTOS Y ESTÁNDARES DE CALIDAD

A lo largo de los años y a través de tesis, proyectos y otros estudios, se ha trabajado también la propagación in vitro de clones de maqui seleccionados, lo cual ha involucrado el desarrollo de protocolos de micropropagación, pues cada clon debe ser manejado de forma distinta”.

La investigadora explicó que para desarrollar técnicas de manejo se requería saber en qué momento y dónde se generan las yemas florales para la nueva producción. Para ello, en uno de los estudios observaron el momento en el que el meristemo -tejido encargado del crecimiento vegetal- pasa de estar liso y redondo (vegetativo) a tener una serie de puntas que constituyen las yemas florales de la próxima temporada.

“Cuando los frutos están a punto de madurar, en los brotes continuos a la producción se están desarrollando las flores de la próxima temporada, por eso es que, en la recolección silvestre, si se corta la rama, se corta también toda la producción del próximo año”, enfatizó.

Además, gracias a una tesis de Magíster en Horticultura UTalca, se ha podido establecer que los lugares sombríos no son ideales para la producción de frutos. Particularmente, la ingeniera agrónoma utalina Mariana Moya pudo identificar que las yemas florales de la variedad Luna Nueva no lograron sobrevivir a una helada a la intemperie, mientras que las plantas tapadas con malla negra y policarbonato se salvaron y lograron tener frutos.

Por otro lado, la variedad Morena es la que presentó más afectación por la sombra y requiere más luz para producción de fruto.

A través de las observaciones realizadas por Benita González y Ursula Doll, investigadoras del CENATIV, se determinó que “el rendimiento de los frutos en planta, cuando se despuntan en primavera, es mayor que cuando se despuntan en verano, de acuerdo al rendimiento de la temporada siguiente”, según mostró Vogel. Además, el contenido de polifenoles se mantiene relativamente estable desde que el fruto está verde hasta su maduración.

Tres tesis de postgrado, más de 20 memorias de título, cuatro proyectos adjudicados y ocho publicaciones científicas y seis variedades con solicitud de registro ante SAG, son algunos de los resultados de un camino investigativo que inició hace 13 años y que busca, no solo conocer más sobre este fruto, sino darle valor a través de su cultivo, lo cual resulta clave para su uso en productos de diversa índole a escala industrial.

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