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Uno de cada cuatro adolescentes ha sufrido alguna situación de violencia física o psicológica en su lugar de estudios alguna vez en su vida, según la IX Encuesta Nacional de Juventud.
20 Agosto 2019“Una riña se vive al interior de un liceo en Talca” “Denuncian grave caso de bullying en liceo de Tomé: agredieron a dos hermanos afuera de establecimiento”, son algunos de los titulares que aparecieron en la prensa -en las últimas semanas- y que dan cuenta del alto índices de violencia y bullying escolar que persiste al interior o fuera de los establecimientos educacionales.
Según la IX Encuesta Nacional de Juventud, dada a conocer por el Ministerio de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), uno de cada cuatro adolescentes ha sufrido violencia física o psicológica en su lugar de estudios alguna vez en su vida y, una de cada cinco, ha sido víctima de alguna situación de acoso cibernético en el último año. En tanto, 5,5% declaró que ha pensado en suicidarse.
“El bullying es un tipo de acoso u hostigamiento que ocurre de manera reiterada y con la intención de dañar al otro. Tiene que ver con conductas de violencia, es decir son aprendidas”, precisa la académica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca, Loreto Cofré.
A juicio de la docente, la convivencia dentro de un contexto educativo escolar es responsabilidad de todos. “No se puede acusar a un niño como agresor o responsabilizarlo por cometer bullying, porque lo que hace o deja de hacer es también responsabilidad de sus compañeros, que son los observadores activos o pasivos, quienes presencian este tipo de conductas. También es responsabilidad de los docentes, directivos, personal de apoyo que hay dentro del colegio”, enfatiza.
En esa misma línea, la psicóloga clínica y también académica de la UTalca, Natalia Uribe, declara que “cuando se aborda este problema es importante no sólo incluir a la víctima y al agresor, sino también a los observadores. Si miramos las políticas que se han realizado para trabajar este tema en contextos locales o nacionales, éstas se centran más en las víctimas que en los agresores, dejando en neutro la participación de aquellos compañeros que están observando estas situaciones de violencia”.
De igual manera, hizo énfasis en que se realice a los profesores y apoderados entrenamientos en la detección del bullying: “Hay adultos que pueden normalizar situaciones que son violentas, las vuelven invisibles. Muchas veces ocurre que la víctima dice: ‘Yo pedí ayuda y el profesor dijo que no pasaba nada’. Comienzan a aminorar la situación. Es importante que el adulto pueda problematizar y visibilizar situaciones, pero para eso ese profesor y la comunidad educativa tienen que tener mayor apoyo de equipos de salud especializados.”
Por su parte, la docente Lorena Cofré insistió en que la clave está en que “como sociedad aprendamos a transmitir a nuestros hijos y estudiantes que existen otras maneras de resolver los conflictos apelando al diálogo. El no estar de acuerdo forma parte de la interacción entre las personas. El tema es cómo hacemos valer el derecho de ser escuchados, acogidos, bien tratados y que estos derechos primen en nuestra sociedad”.
“Esto tiene que ver con crianza, si validamos o no los golpes en la casa para disciplinar a nuestros niños ¿qué le estamos enseñando? Si esto tiene que ver con qué tipo de ciudadanos estamos formando en una sociedad democrática de buen trato”, concluyó.