Revaloran frutos nativos del norte y sur de Chile

9 Agosto 2013

Frutos silvestres como el copao, algarrobos, algunas zarzaparrillas y el chañar —que formaron parte de dietas ancestrales— vuelven a recuperar su valor con insospechadas proyecciones en el ámbito de la producción agrícola y la gastronomía. Tal como ocurrió con la quínoa, hoy presente en las cartas de prestigiosos chefs internacionales.

Investigadores del Instituto de Química de los Recursos Naturales —dirigidos por el académico Guillermo Schmeda— trabajan en un proyecto apoyado por Fondecyt, cuyo objetivo es estudiar las propiedades beneficiosas para la salud que contienen frutos nativos del norte y sur de Chile.

El redescubrimiento ya se inició y hay algunos emprendimientos de micro empresarios nortinos que comienzan a aprovechar recursos como el copao y la algarrobina, que hasta ahora solo existen en forma silvestre. Ya están en la gastronomía local productos como el copao sour o preparaciones saladas y dulces elaboradas con harina de chañar.

En el Laboratorio de Productos Naturales del Instituto de Química se estudian estos frutos para conocer sus compuestos bioactivos y características antioxidantes. El objetivo es poner en valor esos recursos naturales y difundir luego sus propiedades, para que los pequeños agricultores inicien explotaciones comerciales de esos recursos.

“Es muy interesante la repercusión que puede haber en pequeños productores y en el desarrollo de la gastronomía local”, afirmó. Con ese fin, más adelante, los científicos saldrán de sus laboratorios para llevar a cabo acciones de divulgación de los hallazgos entre las comunidades potencialmente favorecidas con el nuevo conocimiento.

El proyecto se encuentra en su segundo año de desarrollo, de un total de cuatro. Parte de su primera fase contempló la colecta de frutos en diversas regiones, a cargo de Guillermo Schmeda y de algunos de los miembros de su equipo, integrado por doctores y estudiantes del programa de Doctorado en Ciencias Mención Investigación y Desarrollo de Productos Bioactivos.

Potencialidad Biológica

De los frutos en estudio aún está pendiente la colecta del miñe miñe o frambuesa chilena. “Crece en lugares remotos, bajo la sombra de árboles, en una zona que se extiende más o menos desde Vilches Alto a Tierra del Fuego. Es más frecuente que se dé en el sur”, describió el director del proyecto, junto con lamentar la escasez de este fruto que, según la información que ha recogido, se ha diezmado con la tala y disminución de la superficie de bosques.

Uno de los investigadores es Felipe Jiménez, estudiante de doctorado, quien se dedica al estudio del copao, una fruta endémica de la Región de Coquimbo, respecto a la cual no existen datos previos específicos.

“Se desconoce la potencialidad biológica de la fruta así como sus posibles propiedades nutracéuticas”, comentó al referirse a sus potenciales efectos beneficiosos para la salud.
Describió el copao como una especie de tuna, producida por un cactus, caracterizado por su acidez. “En el norte se prepara el copao sour y sé que ya existe una microempresa que trabaja el producto”, dijo. Parte de su trabajo es medir y comparar los perfiles de la cáscara, la pulpa y la semilla en cuanto a sus componentes fenólicos que son los antioxidantes para determinar cómo el clima afecta la presencia de esas sustancias.

También estudia una zarzaparrilla —Ribes magallanicus— y la frambuesa silvestre o miñe miñe, cuyo nombre científico es Rubus geoides. En el verano, intentará encontrar muestras de este fruto, especialmente en la Patagonia chilena.

Valor Agregado

Diez años lleva la doctora Cristina Quispe trabajando en el Laboratorio de Productos Naturales. Participa en el estudio del copao y de especies Prosopis, a las cuales pertenece el algarrobo. Específicamente le interesa analizar la algarrobina, un jarabe o arrope hecho de los frutos de dicho árbol, que tiene aplicación alimentaria en postres, licores y jugos. Esta dedicación la comparte con el trabajo en plantas medicinales como bailahuén, pichi y romero. “La idea es saber qué compuestos tienen los frutos para darles valor agregado, conocer sus efectos como antioxidantes”, expresó.Otra integrante del grupo de investigación es María del Pilar Carmentín, también doctora, quien estudia el chañar —Geoffroea decorticans— , un árbol del norte al igual que el algarrobo. Ella analiza y separa los compuestos principales de pulpa, semilla y cáscara de muestras recolectadas en distintos lugares de la Región de Atacama, como Copiapó, Inca de Oro y Diego de Almagro.

Además, estudia vainas, corteza y hojas de Prosopis, que tienen actividad biológica, provenientes de lugares como Valle del Elqui y Alto del Carmen. “Se sabe que estos productos se usan como alimento para personas y animales, existen relatos y tradiciones. Lo que buscamos es determinar por qué se les da ese uso y para eso tenemos que conocer sus componentes químicos y actividad biológica”, precisó.

Para profundizar aún más en este interés, contó que ha sido costumbre la elaboración de harina de algarrobina, que se consumía en el desayuno.

También mencionó que la FAO ha realizado estudios sobre este fruto e incentiva a los países a cultivarlo, ya que constituye una importante fuerte de alimentación.

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